Artículo creado en colaboración con Mª del Tura Bovet (Directora del Instituto del Estrés de Barcelona)
A lo largo del día vamos acumulando pequeñas tensiones que se adhieren a nuestro cuerpo, a nuestra respiración e incluso a nuestra energía.
Al llegar a casa, solemos hacerlo todavía con ese ritmo externo que nos acompaña como una sombra.
Pero el hogar -cuando lo miramos desde la conciencia- puede convertirse en un recorrido de regreso a nosotros mismos. Un recorrido suave, íntimo y reparador.
Estos cinco gestos han sido diseñados para acompañarte, paso a paso, desde la tensión del día hasta tu propio ritmo natural.
1. Un instante de pausa en el recibidor
Antes incluso de sumergirte por completo en casa, tu cuerpo necesita un mensaje diario que le recuerde que ya está en casa y puede soltar lo que no lo es.
Por eso, el recibidor es tu primer punto de transición.
Dejarlo despejado y ordenado antes de salir cada mañana te permite, al regresar, activar inmediatamente una sensación de serenidad.
Nada más entrar en casa y cerrar la puerta, detente un momento. Respira.
Activa una luz suave -una luz que no te deslumbre, sino que te abrace- y permite que ese gesto sencillo, ese baño de luz suave, sea tu primera invitación a soltar la tensión acumulada.
2.El baño: un espacio para limpiar tensiones y reconocerte
El segundo paso es dirigirte al baño.
No como una tarea impuesta, sino para continuar con el retorno a tu serenidad.
Lávate la cara despacio, como si cada gota ayudara a deshacer la inercia del día.
Ponte ropa cómoda, permite que tu cuerpo respire sin tensiones.
Mírate al espejo con honestidad, sin prisa, con mucha presencia.
Y siente en tu mirada algo profundamente reparador:
“Estoy en casa”.
Ese reconocimiento te enraíza y te lleva de nuevo a ti.
3. Sentarte un instante en el salón para agradecer y amar
El salón es un puente entre tu vida activa y tu mundo emocional.
Si cada día te sientas unos minutos en tu rincón preferido, permites que tu corazón también encuentre un lugar donde descansar.
Ten siempre a la vista un objeto que te conecte con tu profundidad sentimental:
Una fotografía, una frase, un recuerdo, la imagen de un viaje…
Algo que despierte en ti un movimiento suave hacia la gratitud y hacia el amor.
Cuando te sientes y, casi sin darte cuenta, tu mirada se pose sobre ese objeto, algo dentro de ti se ordena como prioridad y tu ritmo interno también se reordena.
4. Una luz cálida en la cocina que mantenga viva la calidez interior
Aunque necesitemos una luz intensa para cocinar, la cocina no deja de ser un lugar de transformación emocional.
Por eso, mantener siempre encendido un punto de luz cálida -aunque sea pequeño- ayuda a que no se pierda la sensación de hogar mientras preparas tus alimentos.
Esa luz se convierte en un recordatorio diario de que la nutrición no es solo física.
También es energética, emocional y afectiva.
5. Preparar el dormitorio para un sueño profundo
El descanso profundo requiere un entorno que no despierte tensiones.
Aleja cualquier dispositivo electrónico y cualquier objeto que recuerde tareas pendientes, exigencias o preocupaciones.
Mantén tus mesitas despejadas, con solo lo estrictamente necesario para dormir.
Y antes de acostarte, activa durante unos minutos más la luz de la lámpara de la mesita derecha (conforme estás tumbado/a).
Esa luz ilumina el lado del cuerpo asociado al meridiano energético del pulmón, facilitando que la respiración se vuelva más profunda y la entrada al sueño sea más suave y más natural.
Un recorrido diario hacia ti mismo/a
Si recorres tu hogar de esta manera -del recibidor al baño, del baño al salón, del salón a la cocina y, finalmente, al dormitorio- observarás que el estrés del día no se queda contigo.
Se disuelve paso a paso, gesto a gesto, luz a luz…
Tu hogar no solo te recibe: te devuelve a tu ritmo esencial.
A ese lugar donde el día se aquieta y tú puedes, por fin, habitarte de nuevo.
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